uno y casi todos a la vez

(2012) Sobre la obra de Luis Caballero.

El protagonista del relato Las mil y una sillas es un profuso coleccionista. Cuenta que su obsesión por estos muebles parte de la extrañeza que le produce reconocer el mismo concepto ‘silla’ en una variedad que puede ser tan diferente entre sí. Confiesa admirar profundamente  la capacidad del hombre para crear tantas formas posibles de “acoplar su cuerpo al mundo material” y “ofrecerse a sí mismo toda una gama de posibilidades de posicionarse”, según estados anímicos, condiciones físicas y circunstancias sociales.

Una revisión a la producción artística de Luis Caballero a lo largo de su vida puede motivar reflexiones parecidas. Viendo el conjunto, sorprende ver que una cosa que reconocemos y denominamos como ‘cuerpo’ puede tener tantas formas de existencia. Su trabajo se asemeja al del coleccionista, que se maravilla en la contemplación e inquisición obsesiva de un único motivo (que nunca es el mismo). Así, cuerpo tras cuerpo, éste deja de ser un fin, porque cede a la imposibilidad de capturarlo. Y en el ejercicio de pintarlo propiamente —con sus huesos y músculos donde son, con sus bultos y comisuras—, no se trata de “pintarlo bien”; se trata en cambio de asimilarlo como un medio sin fin. Luis Caballero mostró el cuerpo y sus mil y una maneras de estar, como un medio que se expresa a sí mismo como cuerpo, y simultáneamente expresa las particularidades de cada una de estas mil y una maneras de ser (un abrazo, una caricia, una herida, una caída, una sumisión, una elevación, un encierro, un abandono, una compañía, un fragmento, una totalidad, una mirada, un rechazo, un dolor, una liberación, un descanso, cualquier acto).