Ejercicios de Agrimensura. John Mario Ortiz y Eduardo Ramírez Villamizar (2021)
Lokkus Galería, Medellín
Todos los espacios y lugares conocidos han sido susceptibles a la medición, a la cuantificación de sus propiedades, dimensiones y magnitudes. Todas las superficies que habitamos y transitamos, todos los espacios ocupados por construcciones y estructuras humanas han sido puestos al régimen de los números. Seguramente, donde veamos calles, carreteras, caminos, puentes, cableados, veredas, casas, locales o edificios, han sido terrenos previamente estudiados por la agrimensura. Esta disciplina aplica la medición para la delimitación y el registro de propiedad territorial; ha sido fundamental para el avance de nuestra colonización de la superficie terrestre y la conformación de nuestros paisajes.
Esta muestra reúne trabajos recientes de John Mario Ortiz (Medellín, 1973), en diálogo con algunos dibujos y bocetos de Eduardo Ramírez Villamizar (Pamplona, 1922-2004). Los trabajos exhibidos, pero también el grueso de la obra de ambos y sus líneas de abordaje técnico y conceptual, coinciden en su fascinación por los fundamentos geométricos y matemáticos aplicados a objetos y lugares de nuestro mundo inmanente. Mediante diversas técnicas y formatos, John Mario Ortiz reconoce y juega con los códigos y sistemas gráficos de representación de la arquitectura y el urbanismo y de la geografía y la cartografía, como lenguajes que influyen en nuestra comprensión occidental del universo, la tierra, la naturaleza o la ciudad. Su trabajo perpetúa el legado que, a lo largo del siglo XX en Latinoamérica, artistas impulsores de la abstracción geométrica dejaron como recurso de exploración visual e intelectual. Algunos de ellos, como Eduardo Ramírez Villamizar en Colombia, pusieron en evidencia las leyes geométricas ―de proporciones, modulaciones y escalas exactas― que subyacen a seres vivos, cosas y espacios. Sus dibujos, anotaciones y bocetos muestran el proceso de estudio y reconfiguración visual de objetos domésticos y estructuras de la naturaleza sobre planos cartesianos. Realizaba estos trabajos como preparación de sus obras en pintura o escultura, o por el simple gozo de ahondar en las formas de copas y jarrones o en su vasta colección de caracoles. La narrativa del arte contemporáneo se plantea desde el quiebre con sus referentes de la modernidad, pero la posible genealogía de dos vectores históricos comprueba que son limitadas las categorías que separan pasado y presente, y que la curiosidad que impulsa a científicos y artistas a comprender su universo acompaña al ser humano en todos los tiempos.
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John Mario Ortiz realiza delicados dibujos con cáñamo sobre piedras recogidas en las calles de Medellín que referencian coordenadas, paralelos y meridianos, líneas de huso horario, geodésicas, curvas de nivel y rutas aéreas, tomadas de los esquemas y diagramas de la cartografía y la agrimensura. Las piedras son colocadas sobre soportes metálicos cuyo diseño está inspirado en los teodolitos, -instrumentos de observación y nivelación utilizados comúnmente en esta disciplina-. Pese a la connotación rígida e impositiva del referente racional, el artista propone estos trazados como gestos lúdicos, que podrían hallar sistemas lógicos entre formas que no responden a una regularidad geométrica. Las rocas fueron obtenidas en rutinas personales durante el tiempo de confinamiento en el que, de muchas maneras, lo más elemental y cotidiano se convirtió en algo extraño y especial. Mediante las líneas, esquemas y divisiones que el artista les añade, las piedras son rescatadas de su condición anodina y se convierten “en sucedáneos distorsionados del planeta tierra”. Y es que, finalmente, éstas son trozos de nuestro planeta que, en su constante proceso de meteorización, se erosionan con la fricción, el viento, el agua y el oxígeno para hacerse polvo y acumularse de nuevo en la superficie, en un constante ciclo que dura eras. Las rocas contienen en sí mismas toda la información de un tiempo antiquísimo que acumula la materia requerida para conformar el suelo del futuro. Abordarlas mediante el juego conceptual con las leyes matemáticas dota de nuevos sentidos a estos minerales, sugiriendo de esta forma un intento urgente por detener su descomposición, como si de salvar el propio planeta tierra se tratara.
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Históricamente, la cartografía se valió de la pintura para representar las cualidades de los lugares ―su fauna y flora, orografía, clima o hasta la existencia de seres fantásticos. Los cambios tecnológicos propiciaron cambios en esta disciplina, y ya en el Renacimiento las brújulas, escuadras y cuadrantes permitieron graficar las rutas marinas con mejor precisión, a la vez que se ampliaba el conocimiento del globo terráqueo que requería de su proyección en mapas de plano bidimensional. Los primeros mapamundis integraban el mundo conocido dentro de una retícula en formato rectangular y plano. Sin embargo, falseaban las dimensiones de los territorios cercanos a los polos, haciéndolos ver más grandes de lo que son en realidad en comparación con los del trópico, y por lo que se convirtieron en importantes instrumentos de imposición colonial.




