El proyecto surgió a partir de una recolección de troncos y raíces de árboles nativos que yacen desechados en andenes y separadores de Bogotá (ficus, abetos y algunos pinos). Me interesan estos restos como evidencia de la sumisión de la naturaleza al diseño de los espacios del hombre, y arrasada por su inadaptabilidad a los modelos ornamentales y de urbanización. En trabajos anteriores, he estudiado la manera como el arte y la cartografía codifica la experiencia sensorial del paisaje natural y el territorio a través de sus convenciones y medios formales. Para este proyecto he querido cambiar la estrategia e imponer un código de la cultura visual humana sobre estos fragmentos de la naturaleza. El proceso consiste en inmunizar los troncos y raíces encontrados, preparar su superficie y pintarlos de color naranja brillante con laca automotriz. El brillo y artificialidad del color anula el origen orgánico de los troncos y raíces. Dada su morfología compleja, cada pieza está apoyada sobre una roca de río, utilizada comúnmente para decorar antejardines domésticos. Deseo que esta intervención simule metafóricamente la presencia de los conos de seguridad, que son elementos que se dispersan por la ciudad comunicando una alerta sobre un eventual peligro. Su exhibición enfatiza su condición de ruina y vestigio de una vida desaparecida y su tránsito a otra condición de existencia.