de aquí hasta allá: los paisajes de nelson vergara

(2011) Sobre el trabajo de Nelson Vergara.

Texto ganador de la categoría ensayo breve del Premio Nacional de Crítica de Arte, Ministerio de Cultura y Universidad de los Andes.

El filósofo Edward Casey1  explica que, a través del tiempo, la cartografía ha alcanzado tal grado especializado para transmitir información exacta, que ha dejado a un lado su pasado vínculo con el ejercicio pictórico y ornamental. Antiguamente, la experiencia de los viajes se representaba en documentos que se denominaron Terrarum descriptio. Éstos reunían cándidos querubines que soplaban el viento en medio del océano y tenebrosas criaturas de dos cabezas y piel escamosa que en las noches sacudían las embarcaciones. Pero los avances más recientes en ciencia y tecnología han permitido medir distancias con suma precisión, capturar y archivar imágenes fotográficas en alta calidad, acceder a todos los rincones de la tierra, calcular la duración de cualquier trayecto, acordar fronteras, identificar ecosistemas. En fin, la cartografía es una disciplina especializada que ha convertido al mundo en cifras, datos y convenciones: el mundo objetivo.

Edward Casey vuelve a una posible relación entre la actividad cartográfica y la actividad pictórica. Reconoce en algunas obras de arte contemporáneo un proceso de mapeo, en cuanto la tierra misma es reformada y reinventada a través de los medios de creación. Casey establece que el proceso de mapeo es satisfactorio cuando el artista comunica la acción y consecuencia del cuerpo penetrando un espacio, recorriéndolo para hacerlo conocido, “mirando a través de este, lo que significa incorporarse a este y ver desde adentro.”2  Así, se considera que el reto y el logro de algunos artistas ha sido hacer manifiestas las cualidades sensibles que se experimentan siendo y estando entre un territorio, a través de un cuerpo vivo que “proporciona una sensación para un paisaje dado, diciéndonos cómo es estar allí, cómo es conocer la propia manera de estar en él”3 . La imagen del paisaje, construida mediante signos, símbolos y alegorías y mediatizada a través de grafito, pigmento o fotogramas, define las asociaciones físicas y afectivas que nos enlazan individual y colectivamente con los espacios que habitamos.

En video-instalaciones de Nelson Vergara como 16:9 (Galería Valenzuela y Klenner, 2008), Paisaje desmembrado (premio Luis Caballero, 2009), Choachí (Artecámara, 2010) y b/n  (Galería Valenzuela y Klenner, 2011), vemos y somos el cuerpo que conoce la liosa topografía del suelo que camina, que pisa las rocas resbalosas, respira el aire frío, siente el cosquilleo de las hierbas y la sedosa vellosidad de los frailejones. Vemos y somos el cuerpo que conoce los brillos de luz sobre la superficie del agua, la turbulencia de un río, la niebla que aparece y desaparece paisajes como el humo de un mago, la luz y la oscuridad que desafían el alcance óptico del ojo y del lente.
Sólo el cuerpo conoce las particularidades de un territorio específico antes de cualquier convención o valor numérico. El lugar se conoce desde la experiencia ante, sobre y a través de éste, y en la obra de arte es compartida al observador. En las obras de Nelson Vergara vemos el cuerpo detrás de la cámara, vemos el cuerpo frente a la cámara, vemos el cuerpo de un sujeto o los cuerpos de varios sujetos. Ante la obra, somos un cuerpo en potencia de identificación con esos cuerpos que hacen presencia.

1.

 

Abogando por un vago supuesto de lo “contemporáneo”, comentarios circulantes sobre la obra de Nelson Vergara reprochan su tendencia esteticista y exigen saldar un débito político:

[…] Vergara se ha inspirado en la Historia del Arte. En especial, en uno de sus géneros: el paisaje. Éste es el pretexto del que se vale para poner en marcha su pensamiento. Trata de llegar a una idea que nos revele algo de lo que somos hoy en día, que nos ayude a comprendernos mejor, que proporcione una luz para señalar el lugar que habitamos e indicar aquél hacia dónde debemos dirigirnos quienes queremos un mundo mejor. No lo logra. […] El arte contemporáneo no es exposición de ideas estéticas; su estética señala un lugar para la acción, por eso hemos dicho que es político.4

El supuesto político se confronta con un concepto sobre lo estético. El argumento sugiere que lo político es “un lugar para la acción” y consecuentemente puede intuirse que lo estético es una reducción sensible del mensaje que transmite la obra. Se sostiene que lo contemporáneo se define según el incierto dogma de lo político.
¿Que Nelson Vergara se reduce a la estética? Sí, si por eso entendemos el predominio de sensaciones que capta y produce su trabajo. Entendido así, la noción de paisaje en la obra de Nelson Vergara es la unidad de la presencia y la experiencia sensorial del sujeto en un espacio dado: Villavicencio, La Guajira, Choachí, Sopó, la Olleta, Arenales, Menegua, el Nevado del Ruiz, los ríos Magdalena, Meta y Amazonas. La experiencia del paisaje no es entonces la manera como se representa una panorámica dada o una historia que allí ocurre. La experiencia del paisaje es la manera como el creador y el observador reclaman a su percepción y a su presencia. El paisaje no es tan solo una imagen y su contenido narrativo alusivo a una política vista en los medios de comunicación. El paisaje es el conjunto de procesos sensoriales y afectivos que permiten que, antes de su representación, una vista sea incorporada y actualizada en el sujeto. Eventualmente, esta experiencia es asumida y compartida colectivamente; ocurre la revelación de un mundo ante el cual nos encontramos y nos pensamos. 5
Nelson Vergara no acude a la explícita exposición de las víctimas y victimarios del conflicto colombiano. El artista demuestra una decisión personal y profesional por tomar distancia de este infausto repertorio. Precisamente esta distancia condiciona su compromiso político: es una toma de posición por hacer ver otras dimensiones de una experiencia humana en el mundo y otras posibles formas de existencia de ese mundo a través de un medio creativo. Así, en la obra de Nelson Vergara el paisaje es condicionado a un dominio de identificación colectiva de lo que éste es, según el cuerpo que lo habita. El cuerpo ahí, haciendo presencia en un territorio, reclama sus lazos con el espacio y recuerda que su relación es recíproca. Esto es político, también estético, o ninguno de los dos.

2.

Abogando por un vago supuesto de lo “contemporáneo”, comentarios circulantes sobre la obra de Nelson Vergara reprochan su dependencia a la técnica y exigen la delimitación de una idea:

me da la impresión que la técnica lo domina, que la técnica se enseñorea en su imaginación, que el pretexto sólo le sirvió para mostrar habilidades artesanales. Sin duda, estas destrezas seguirán siendo importantes para pensar artísticamente, pero esto, no obstante, no satisface plenamente  las expectativas que han sido modeladas por los artistas  para que comprendamos la diferencia en lo contemporáneo.

¿Que Nelson Vergara se reduce a la técnica? Sí, si por eso entendemos el dominio y aprovechamiento de recursos que posibilita un medio, cualquier medio. En las propuestas de Nelson Vergara observamos imágenes logradas mediante experta programación de algoritmos para fragmentar y acoplar, componer y descomponer, cortar y pegar tomas. Su trabajo suele ser un despliegue de proyecciones de video sobre extrañas fibras, de televisores que cuelgan del techo o se organizan sobre el suelo y pantallas en alta resolución que emergen de las paredes en salas oscuras.
Entre todo este desenfreno técnico de lúmenes, pixeles, electromagnetismo y codificación, la luz actúa como materia activa que moldea y sostiene. Y sobre el suelo y los muros los cables se dispersan exageradamente, graficando imaginarias geodesias, dibujando recorridos, recordando los límites de la técnica. Decididamente, el medio se hace evidente, se expone sin sospecha. Desde el medio —sea el misterio de la programación, el desenfreno de cables, pantallas y botones, la resolución, el brillo y el contraste—, el artista se posiciona para pensar y hacer manifiesta otra posibilidad del mundo.
La cámara de video permite contener el tiempo y el espacio, dos principios de experiencia corporal. La cámara permite contemplar —quieto—, pero también permite penetrar, trasladar una mirada, de aquí hasta allá. Entre las manos o sobre los hombros, el cuerpo mira a través de la cámara y, en tanto va cansándose, la imagen jadea con suma naturalidad, el cuerpo y la técnica se vinculan. La cámara permite una visión del entorno que es memorizable y potencialmente modificable. Ya en el estudio suceden los ajustes de color, la formulación de una composición y el trabajo sobre la textura, aquello que identificamos visualmente en pantallas y proyecciones en el momento de la exposición. En últimas, lo que vemos es desmembramiento de una realidad, la desarticulación de códigos conocidos, la sugerencia de gestos, metáforas y sensaciones que, efectivamente, desbordan las ideas.
Así pues, la obra de Nelson Vergara se reduce a la técnica para referirse a esta misma, a las posibilidades que esta tiene para replantear una visión del mundo. Por alguna tendencia de reiteración histórica, en Colombia ya existieron pintores que hicieron lo mismo en su taller: Gonzalo Ariza ocultaba las montañas de Los Andes tras masas de neblina blanca hecha pintura; Guillermo Wiedemann pintó húmedas y rojizas acuarelas alusivas al entorno caliente del Chocó y del Magdalena; Judith Márquez sumaba capas transparentes de color para reinventar las faldas de la montañas de Caldas; Carlos Rojas cubría telas con rayas horizontales de color para referir el color visto en sus viajes por pueblos de Cundinamarca; Manuel Hernández inventó un extraño signo para enseñar la luz y el aire del Tolima. Estos pintores reinventaron el paisaje e hicieron común la experiencia de un territorio. Cincuenta años después Nelson Vergara procede análogamente. Entonces, ¿lo que hace será arte moderno o contemporáneo? ¿video instalación o pintura? Las dos y ninguna de las dos. Sólo son categorías.

Referencias:

—    Burgos, Alejandro. “Gramática del paisaje (cuerpo, mirada y silencio)” en: catálogo de la exposición Paisaje desmembrado de Nelson Vergara. Quinta versión del Premio Luís Caballero, Galería Santa Fe, Bogotá, 2010.

—    Casey S., Edward. Earth-Mapping: Artists Reshaping Landscape. University of Minnesota Press, Minneapolis y Londres, 2005.

—    Elkins, James /Ziady DeLue, Rachael (Ed.). Landscape Theory. Routledge, Nueva York y Londres, 2008.

—    Peñuela, Jorge. “Nelson Vergara: las cuitas del paisaje digitalizado”, disponible en: [esferapública], diciembre 13 de 2009. http://esferapublica.org/nfblog/?p=6862

—    Merleau-Ponty, Maurice. Fenomenología de la percepción. Planeta-Agostini, Barcelona, 1984. [Primera edición: 1945]

—    Raimund Stecker. “Of the Supposedly Safe Place” en: catálogo de la exposición Landschaften/Lanscapes. Richter Verlag, Dusseldorf, 1998. [Exposición curada por Michael Bach].

—    Vergara, Nelson. “Cuerpo- Paisaje- Medios / Tres elementos de creación”. Texto sin publicar.

Conversaciones con Nelson Vergara, abril de 2011.

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1 Edward Casey S. Earth-Mapping: Artists Reshaping Landscape. University of Minnesota Press, Minneapolis y Londres, 2005. P. XV.
2 Ibid. P. XVI
3 Ibid. P. XVII

4 Jorge Peñuela. “Nelson Vergara: las cuitas del paisaje digitalizado”, disponible en: [esferapública], diciembre 13 de 2009. http://esferapublica.org/nfblog/?p=6862
5  Rachael Ziady DeLue and James Elkins (Ed.). Landscape Theory . Routledge, Nueva York y Londres, 2008.

6 Jorge Peñuela. Op. Cit.